Grasas Muy Buenas, Buenas, Malas y Peores

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Grasas muy buenas, buenas, malas y peores


Las grasas, aunque tienen mala fama tienen una virtud, están riquísimas. Estamos diseñados para que nos gusten las grasas y una dieta equilibrada debe incluir un 30% de estas, para que el organismo pueda desarrollar de forma correcta sus muchas funciones, como son el desarrollo celular, garantizar la fabricación de unas sustancias llamadas prostaglandinas, controlar el metabolismo del colesterol, colaborar en la absorción de las vitaminas liposolubles, la coagulación de la sangre y otras no menos importantes, de modo que si ha decidido eliminarlas totalmente de la dieta, no lo haga, es un error.

Tampoco se pase porque el 42% de nuestra dieta son grasas. Una exageración. De éste 30% la mitad aproximadamente deben ser grasas monoinsaturadas como las que predominan en el aceite de oliva, un 8-10% poliinsaturadas como los aceites de girasol y de soja y las sanísimas del pescado, y el resto saturadas como el queso y la carne roja.

Grasas buenas omega-3 en pescados azules como verdel o caballa, salmón, sardinas, anchoas en lata, trucha muy interesante, etc. nueces , aceites de lino , soja, y colza, previenen cánceres de mama, próstata y colon , artritis reumatoide, problemas cardiovasculares y facilitan el buen desarrollo del feto.

También buenas, las omega-6, de ciertas grasas vegetales sobre todo el aceite de girasol y de maíz, frutos secos especialmente avellana y nueces, aceites de borraja y onagra, aunque hay que consumirlos con moderación porque existe un desbalance entre omega-3 y omega-6, cuando la proporción correcta es 2-4 veces omega-6 sobre omega-3 en los países occidentales, así que menos aceites de girasol y de maíz y sustituirlos por aceite de oliva. Las malas son las saturadas de origen animal, en algún caso vegetal.

Conviene consumirlas lo menos posible porque nuestro hígado las transforma en colesterol. Están en carnes rojas y blancas, embutidos, quesos, leche y lácteos enteros, yema de huevo, y también en algunos productos de origen vegetal como los aceites de coco, palma y palmiste, y deben tomarse en la dieta en cantidades muy moderadas.

¿Y las peores? Las peores son las que algunas etiquetas presentan como “grasas vegetales hidrogenadas”, sólidas producidas artificialmente por calentamiento de aceites vegetales líquidos, el procedimiento se llama hidrogenación parcial y hace que el producto se mantenga sólido a temperatura ambiente.

Convienen al industrial porque son baratas, añaden textura a los alimentos, se sienten en la boca al consumirlas y retrasan la descomposición. El efecto dañino para la salud es mayor que el de las grasas saturadas. Ingerir 5 gramos diarios de grasas “trans” dicen los científicos, aumenta un 25% el riesgo de infarto.

Están en algunas margarinas, galletas dulces y saladas, mayonesas, palomitas de microondas, bollería industrial, pastelería, patatas fritas de bolsa, snaks y chucherías, comida rápida, platos preparados y precocinados.

Lea la etiqueta aunque igual no se entera de nada, porque salvo honrosas excepciones, no especifican que tipo de grasa lleva el producto – no compre a los niños y ancianos estos componentes de términos confusos que dicen “grasas vegetales” sin más o grasas vegetales parcialmente hidrogenadas”, nunca dicen saturadas y menos indican “trans”. Un riesgo. Dinamarca es el ejemplo a seguir, desde 2004 obligan a decirlo con claridad.


También algunos municipios de Inglaterra y Estados Unidos obligan a especificar el tipo de grasa que se añade al producto. ¿Hasta cuando vamos a contar el número de muertos por enfermedad del corazón e ignoramos una situación que la ciencia y los organismos internacionales consideran peligrosa?


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